La aproximación dilemática, conocida
con el nombre genérico de Teoría de la Elección Racional, supone que todo
problema ético ha de tener una y sólo una solución razonable que puede
alcanzarse con la metodología correcta. Los problemas éticos, desde esta
perspectiva, pueden reducirse a problemas técnicos (la perspectiva dilemática
tiene un carácter tecnocrático, es decir, entiende que es posible reducir todos
los problemas éticos a otros no éticos). Esta mentalidad nació hace algunos
siglos, con el descubrimiento de las principales leyes dela probabilidad: su
tesis es que una decisión es lógica y éticamente correcta cuando coincide con
el curso de acción de más alta probabilidad o que tiene mayor posibilidad de
éxito. Esta sería la única decisión racional y correcta (Gracia 2000 23-24).
Según esta aproximación, siempre que se nos presenta un dilema sabemos que no
hay más que dos soluciones posibles, ambas opuestas e incompatibles entre sí;
sólo una puede ser correcta, pero no sabemos cuál.
Si analizamos el dilema ético, podríamos preguntarnos si me piden dinero
estoy dispuesto a dar?
Dar dinero a una persona que pide en la calle es un acto solidario pero a
veces dudamos de dónde va a acabar nuestra
aportación económica. Si se trata de personas con discapacidad psíquica o
adicción al alcohol, surgen más dudas aún sobre si tiene sentido una moneda
suelta. Los partidarios de la
ayuda piensan que más vale pasarse de buenos que de egoístas, aunque no puedan darle algo a todos los indigentes que
encuentran.
Aunque hay algunos que creen
que los limosneros son típicamente personas que se encuentran cerca o por
debajo de las distintas líneas de pobreza, una hipótesis alternativa es que
pedir limosna es una mejor fuente de ingresos que un trabajo formal. De entre
las personas que piden limosna, casi la mitad dice gustarle lo que hace y hasta
rechazan dinero a cambio de contestar unas preguntas durante 20 minutos,
argumentando que podrían ganar mucho más en ese tiempo. Esto último puede ser
interpretado como una medida del ingreso esperado por hora de los limosneros.
Según UNICEF, unos 19.000 niños menores de cinco años mueren todos
los días por causas fácilmente evitables relacionadas con la pobreza, como la
desnutrición, la diarrea y la neumonía. Salvar una vida puede ser tan fácil
como donar dinero a una organización fiable a través de internet. ¿Será posible
que, al escoger gastar nuestro dinero en cosas prescindibles (como ropa cara,
vacaciones, conciertos, perfumes, coche nuevo), estemos dejando morir a
personas que podríamos salvar?
Thomas Pogge, filósofo en la Universidad de Yale, opina que no
estamos libres de responsabilidad en lo que se refiere a la pobreza mundial. En
sus escritos argumenta que la pobreza extrema es causada y perpetuada en gran
parte por las normas internacionales que imponen los países desarrollados a los
países más pobres. Los países ricos establecen las reglas del comercio y las
finanzas internacionales que agravan la pobreza. Estos gobiernos son elegidos y
financiados por nosotros, los ciudadanos de países desarrollados. Aún peor, los
ciudadanos de los países ricos nos beneficiamos de la pobreza global. No hay
más que pensar en los precios baratos que pagamos por bienes que son producidos
en condiciones cercanas a la esclavitud en países pobres. ¿Qué se puede hacer
al respecto? Habría que evitar beneficiarse, en la medida de lo posible, de la
injusticia. Es importante oponerse a las políticas opresivas respaldadas por
nuestros gobiernos, organizarnos en colectivos para exigirles a nuestros gobiernos
que actúen de manera ética a nivel internacional, y en lo privado, tratar de
compensar a los habitantes más vulnerables de nuestro planeta por los muchos
daños que les causamos indirectamente. Si bien quizá lo más importante sea
transformar las estructuras internacionales y nacionales que crean y perpetúan
la pobreza, mientras nos acercamos a ese ideal que sin duda es díficil de
alcanzar, una manera de compensar a los más pobres de manera inmediata es a
través de donaciones privadas. Aunque no sean una solución estructural, las
ayudas económicas salvan vidas, mejoran comunidades, solucionan problemas
importantes en contextos limitados. Si tus ingresos te permiten vivir con
relativa holgura, es probable que esté en tus manos salvar a cientos de personas
a lo largo de tu vida.
Si bien los argumentos citados parecen suficientes para decidirse a
donar, no está de más mencionar que la evidencia empírica sugiere que la generosidad tiene el afortunado
efecto secundario de incrementar el bienestar de quienes gastan su dinero en
otras personas. Como señala el investigador Micheal Norton en su conferencia TED sobre el tema, el
dinero sí que puede comprar la felicidad, pero para ello hace falta gastarlo en
los demás.
SEGÚN LA BIBLIA
■ RESPONSABILIDAD ANTE DIOS Esto incluía el
diezmo y la ofrenda a Dios de los primeros frutos de la cosecha (Exodo
23:14-19). Levítico 25:23 es un recordatorio de que en última instancia Dios es
el dueño de la tierra y el que tiene la autoridad sobre cómo debe utilizarse:
‘La tierra no debe venderse a perpetuidad: la tierra es mía, y ustedes sólo
están de paso por ella como huéspedes míos’.
■
RESPONSABILIDAD ANTE OTROS Esto incluía darle a los pobres la posibilidad de
recoger las espigas que habían quedado de la cosecha (Levítico 23:22) y de
beneficiarse de los diezmos (Deuteronomio 14:28-29, 26:12) durante ciertos
años. Para evitar el enriquecimiento de algunas personas a costa de otras, Dios
no permitía que la tierra se vendiera de manera permanente. En vez de esto,
durante el año del jubileo (cada 49 años) la tierra que se había vendido debía
devolverse al dueño original. Esto aseguraba que las generaciones futuras
tuvieran acceso a la tierra. También significaba que el precio de la tierra
bajaba a medida que se acercaba el año del jubileo, para que nadie pudiera
aprovecharse del comprador (Levítico 25:14-17). Basado en Living as the people of God (1983) por
Christopher Wright, IVP
NUESTRA ACTITUD HACIA
EL DINERO
El trato que le damos a
nuestras posesiones es un reflejo de nuestro compromiso con Dios. Dios se fija
no tanto en qué es lo que tenemos sino más en nuestra actitud hacia lo que
tenemos. Por ejemplo:
■ El décimo mandamiento es
‘No codiciarás’ (Exodo 20:17), pero nos encontramos comparando nuestra
situación con la de otros. Con frecuencia nos valoramos unos a otros antes que
nada en términos de los bienes materiales que tenemos.
■ Nuestra actitud hacia el
dinero afecta mucho nuestra relación con Dios. En Deuteronomio 8:10-14, a Dios
le preocupa que nuestra codicia de bienes materiales nos llene de orgullo y nos
lleve a olvidarnos de Dios y de su bondad hacia nosotros. Esto se refleja en
Proverbios 30:8-9, ‘…no me hagas rico ni pobre; dame sólo el pan necesario,
porque si me sobra, podría renegar de ti y decir que no te conozco; y si me
falta, podría robar y ofender así tu divino nombre.’
■ El Nuevo Testamento nos
anima a cuidarnos del afán por las riquezas. Jesús no dijo que estaba mal ser
rico, pero tuvo mucho que decir en cuanto a prioridades y actitudes hacia el
dinero que tenemos. Por ejemplo, Jesús nos dice que nos cuidemos de la avaricia
(Lucas 12:15).
Bibliografía
Singer,
Peter. Salvar una
vida. Katz, 2012.
Pogge,
Thomas. La pobreza
en el mundo y los derechos humanos. Paidós Ibérica, 2005.